MUJERES:
REPRESIÓN
EN ESPAÑA,
OLVIDO Y
SILENCIO
Mujeres: Represión en España, olvido y silencio
Recordemos que la llegada de la II República supuso el triunfo de nuevos derechos y libertades desconocidos hasta ese momento para la mujer como el derecho al voto, la ley del divorcio, la despenalización del aborto o la prohibición del despido por matrimonio o maternidad, entre otros.
En paralelo, comienza a tener una presencia destacada en algunas profesiones, aunque fuera en sectores muy cercanos al mundo de los cuidados y por tanto feminizados, como maestras, enfermeras, cuidadoras de niños y enfermos, matronas, etc., pero también comienza a participar en movimientos sociales y políticos, asumiendo posiciones destacadas. Por esa razón, cuando estalla la guerra, podemos verla tanto en la retaguardia cuidando heridos, cosiendo ropas para el frente, cuidando los campos, y asumiendo todas las tareas para cubrir a los hombres que marcharon al frente, como en la vanguardia participando como milicianas, aunque progresivamente la propia mentalidad de sus compañeros las fue sacando de la línea de fuego.
Desde el inicio de la guerra hasta avanzada la posguerra, la mujer sufrió una violencia planificada desde las instituciones franquistas que puso en marcha la maquinaria militar, judicial, económica y social contra ellas. Todas las medidas represoras tenían como objetivo legitimar la eliminación del enemigo, obtener un botín de guerra e implantar un estado de terror por lo que el aparato jurídico y del Estado se empleó, no para garantizar el cumplimiento de los derechos y obligaciones ciudadanas propias de un Estado de Derecho, sino como instrumento para dotar de legitimidad los atropellos y violaciones del terrorismo de Estado acaecido durante toda la dictadura, contra todos los defensores de la legalidad democrática o sobre cualquiera del que hubiera la más mínima sospecha de apoyo a la República o desafección por el nuevo régimen, incluidas sus familias.
En Córdoba, como en el resto del país, las mujeres sufrieron represalias no sólo en calidad de republicanas sino por ser madres, hermanas e hijas de aquellos que fueran considerados “rojos”, aunque éstas no suscribieran ideas republicanas ni tuvieran participación en el conflicto.
Como señala Carmen C. Jiménez Aguilar ( “Las pasionarias de Córdoba. Mujer y represión franquista (1936-1945“) , se puede establecer una diferente intervención en el conflicto bélico de las mujeres del norte de la provincia de Córdoba frente a las del sur, siguiendo el rastro de los delitos que les imputaron. El sur de Córdoba fue controlado por los sublevados desde los momentos iniciales de la contienda, mientras que la zona norte no cayó hasta fechas más tardías. En este sentido, cabe destacar la resistencia numantina de la zona de los Pedroches que no cesó hasta el 27 de marzo de 1939, cuando ya estaba todo perdido. Desde el respeto y la consideración a sus gentes, podemos decir que Los Pedroches fueron para los rebeldes franquistas, lo que la aldea gala de Astérix y Obélix para los romanos.
Esa diferencia temporal en la dominación de cada uno de estos escenarios bélicos hizo que, a las mujeres del sur de Córdoba, se les aplicara una fuerte represión marcada por el género y la conducta moral según el código franquista. Por esta razón, se contabilizan una gran cantidad de delitos como el amancebamiento, se declararon nulos los matrimonios civiles, se derogó el divorcio y se penalizó hablar mal de personas de derechas o tener una moralidad liberal (se penalizaron los anticonceptivos y el aborto), entre otros “delitos”.
Las mujeres del norte de Córdoba, con el trascurso de la guerra, tuvieron una mayor participación en la lucha antifranquista y más presencia en asociaciones, cargos políticos y sindicales. A estas últimas, además de los delitos morales, se les atribuyeron cargos por haber participado en la vida pública tales como: asistir a manifestaciones, pertenecer a organizaciones como el Socorro Rojo Internacional, Mujeres Antifascistas, o los Comités de defensa de la República, haber sido milicianas, etc.
Con la ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas, Franco declaró ilegal todos los partidos políticos integrados en el Frente Popular, asociaciones sindicales y participación en manifestaciones que, durante la República, fueron considerados legales. Con carácter retroactivo, castigó con sanciones y expoliación de bienes a los afiliados y activistas de la sociedad civil.
Servía la opinión del cura, del alcalde, del comandante del puesto de la Guardia Civil o del jefe local de Falange para acusar de un delito a cualquiera sobre el que hubiera un atisbo de duda. En muchos casos, la opinión de vecinos a favor de la causa franquista servía para decidir el futuro de una persona, lo que dio lugar a dirimir mediante denuncias, en muchos casos falsas y juzgadas sin garantías, rencillas personales, enfrentamientos políticos, envidias o simplemente la necesidad o mezquindad de congraciarse con los vencedores.
Durante la guerra, el franquismo y el exilio, vemos a las mujeres dando apoyo en la contienda, siendo guerrilleras o dando soporte a los maquis, haciéndose cargo de los hijos y las familias en ausencia de los hombres, formando parte de asociaciones, formaciones políticas, sindicatos, en el exilio formando parte de la Resistencia como miembros destacados, en los campos de concentración franceses, y aunque no hubo constancia de cordobesas en los campos de exterminio, sí hay testimonios de un buen número de españolas que padecieron torturas, esterilizaciones y muerte.
Hay un universo de horror y represión impuesto a las mujeres (y por extensión a sus hijos y familiares) que se quedaron sometidas al implacable abuso de la dictadura. Medidas que contemplaban un amplio repertorio de abusos y violencia, desde castigos de género como el rapado, las purgas, violaciones, esterilizaciones o el robo de bebés, pasando por fusilamientos, asesinatos, desapariciones, torturas, detenciones, incautación de bienes, multas, señalamiento, escarnio, hostigamiento, insultos, explotación laboral, internamientos en psiquiátricos (no por motivos de salud sino por desviarse del modelo de mujer impuesto), prisión en campos de concentración franquistas y en cárceles, exilio, ostracismo social, exclusión laboral, despidos, destituciones, marginación y pobreza, experimentos médicos como cobayas humanas en los campos de exterminio e incluso, suicidios.
No es de extrañar que muchas mujeres optaran por el silencio después de la violencia franquista y el estigma social que tuvieron que soportar. Sin embargo, y a pesar de los años transcurridos desde que comenzó la Guerra Civil y el derribamiento del Gobierno legítimo de la República, un nuevo periodo se abre camino en contra del ocultamiento y el olvido institucional.
Por su ejemplo de resistencia, coraje y dignidad, es necesario dedicar un apartado específico a las mujeres para dignificar su contribución a la democracia y porque sin ellas, no es posible entender el modelo de sociedad nacional catolicista basado en la desigualdad, la explotación y el terror impuesto con sangre y violencia de la dictadura franquista.